En la reciente remodelación del gabinete de Nicolás Maduro, uno de los movimientos principales ha sido el nombramiento de Diosdado Cabello como nuevo ministro de Interior, Justicia y Paz. Este cambio, que llega en un momento de alta tensión política tras las controvertidas elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, pone en el centro de la escena a una figura que, aunque ha mantenido una presencia constante en la política venezolana, no había ocupado un cargo ministerial en los últimos 14 años.

Diosdado Cabello Rondón no es un nombre nuevo en el escenario político de Venezuela. Se define a sí mismo como un «Venezolano, Bolivariano, revolucionario y Chavista radical», y su carrera ha estado marcada por su lealtad inquebrantable a Hugo Chávez, líder de la Revolución Bolivariana. Su trayectoria comenzó en el Ejército, donde alcanzó el rango de teniente y se unió a Chávez en el fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, un evento que catapultó a Chávez a la fama y eventualmente lo llevó a la presidencia.

Desde ese momento, Cabello ha sido una figura clave en el chavismo, ocupando una variedad de roles dentro del gobierno, desde ministro de Obras Públicas hasta vicepresidente de la República. Durante el golpe de Estado de abril de 2002, cuando Chávez fue brevemente derrocado, Cabello, quien ocupaba la vicepresidencia, fue nombrado presidente interino hasta el regreso de Chávez. Este acto de lealtad le aseguró un lugar permanente en el círculo íntimo del poder chavista.

A pesar de su cercanía con Chávez, Cabello no fue el elegido para suceder al líder bolivariano tras su muerte en 2013. Ese honor recayó en Nicolás Maduro, quien en ese momento era el ministro de Relaciones Exteriores. La elección de Maduro se percibió como una preferencia por una «línea blanda» dentro del chavismo, en contraste con la «línea dura» que Cabello representaba.

Desde la muerte de Chávez, la relación entre Maduro y Cabello ha sido objeto de constante especulación. Aunque ambos pertenecen al mismo movimiento, hay señales de que Cabello ha sido un contrapeso al poder de Maduro, especialmente en los primeros años de su presidencia. Durante este tiempo, Cabello se mantuvo al frente de la Asamblea Nacional hasta que la oposición ganó el control del parlamento en 2016, momento en que su influencia formal en el gobierno se redujo considerablemente.

Sin embargo, Cabello nunca desapareció completamente del panorama político. En 2018, fue nombrado presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, un órgano creado por el chavismo para neutralizar el poder de la Asamblea Nacional controlada por la oposición. Este rol le devolvió parte de la visibilidad y el poder institucional que había perdido, aunque su verdadero poder siempre ha residido en su influencia dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y su control de las redes de inteligencia del Estado.